Dame un Abrazo que Disney es todos los días
Hoy es 29 de noviembre y todo esto que tanto esperé está más cerca que nunca.Más cerca que nunca porque es hoy, es hoy el día en que partiré hacia aquél lugar del norte del cual creo saber lo suficiente pero tan ingenuamente me equivoco. Luego de los interminables papeleos que han ocupado mi vida en los últimos cinco meses parece que simplemente resta subir a ese avión y de ahí, volar. Aunque creo imaginar como será ese volar , ese vivir , ese conocer , vuelvo a estar equivocado. Y no es que las cosas que yo quisiera que pasen no pasarán, es que la magnitud de esta experiencia será tan superior a lo que yo puedo concebir que si alguien me contara ahora como va a ser mi viaje difícilmente se lo creería.
Pero por supuesto que esto yo no lo sé y solo me limito a esperar con ansiedad la llegada de mi pasaporte que se encuentra en manos ajenas e intento ocultar mi corte de pelo casero para ahorrar una eventual reincidencia en tierras verdes, billetes verdes. Junto a mi compañero de aventuras, escudriñamos con recelo a nuestros futuros colegas que poco a poco arriban al aeropuerto con sus respectivos familiares. Nos sentimos foráneos, diferentes. Es que somos del interior y nuestra capacidad adquisitiva dista de las suyas. Los prejuicios serán moneda corriente en nuestros comentarios y a medida que vamos hablando con algunos de estos chicos varios de estos prejuicios se confirman pero otros nos demuestran equivocados. No sabemos que mucha de esta se gente se volverá parte de nuestras vidas en los próximos tres meses. Primero quizá por circunstancias, pero después por elección.
Mientras me entregan una remera roja que ya antes de ponérmela sé que me va a quedar chica, observo que ya la mayoría ha llegado y viste la misma remera que parece aunarnos en una especie de viaje de egresados hacia un Bariloche tropical. Ahora solo nos une un color, pero no pasará mucho tiempo para que todos esos individuos de diferentes lugares y edades formen una comunidad. No una comunidad per se, porque no todos viviremos en armonía y compartiendo y reuniéndonos y ni siquiera en el mismo lugar geográfico. Hablo de una comunidad tan transparente como tangible. Cruzarse y abrazarse y llorar juntos porque se extraña algo o porque falta alguien. Darse una mano con cosas del trabajo. Prestarse comida, dormirse en cualquier sillón , en cualquier casa , porque todas son tu casa.
También sé y pienso-mientras me saco la remera porque sí, me queda chica-que va a ser imposible hacerme amigo de toda esta gente rojiza , ni siquiera podré acordarme de los nombres de todos. Pero sí saludarlos , sí gritar: ¡Argentina!, cuando los veo. Sí desear un Feliz Navidad cuando son las 12 en nuestro país. Aún al pasar un año podré (aunque todavía no lo sé) recordar todas esas caras que formarán parte de mi travesía, y estaré agradecido hasta con aquél que me cruzé en las góndolas de Wal-Mart solo una vez y me recomendó unos chocolates.
Porque serán esas cosas finalmente, las que hilarán el telar de esos recuerdos tan maravillosos que están por ser grabados. No será un Mickey o un Donald lo que me erize el pescuezo al verlos en una juguetería local. No serán las canciones de Disney las que me arranquen un puchero cuando suenen en la televisión mientras mi hermanita disfruta dibujitos. No será un castillo artificial. No será un llavero. No será un peluche fabricado por niños filipinos. Perdón. Sí , serán todas esas cosas las que me van a hacer doler, extrañar,añorar. Pero no por lo que ellas representan por sí mismas. No porque Mickey es re dulce y siempre me gustó , no porque Wishes me cumple los deseos , sino porque todo eso me ayudará a recordar todo lo que viviré. Todo lo que estoy a punto de experimentar y es mucho más fuerte que cualquier montaña rusa.
Solo que sigo sin saberlo, y me despido de mi mamá ahora. Quizá intuyo que se vienen los mejores tres meses de mi corta vida porque me sorprendo a mí mismo esbozando unas lágrimas que al principio intento retener pero que luego dejo salir y es lindo hacerlo. Miro a mi alrededor y veo que no soy el único , quizá todos lo sabemos y nos hace bien.
Me hará bien aprender a extrañar o a no hacerlo, a sentir esa necesidad de estar siempre acompañado, de charlar hasta altas horas, de caminar solo por entre arbustos y extrañas criaturas solo para encontrarme con un sol que traerá un pavo real regodeándose por todo el complejo. Viviré en una casa de árbol que no es casa de árbol y donde el verde estará en la suciedad y en lagartijas intrusas que asustarán a más de uno. No habrá horarios fijos , ni días de descanso. Será un sinfín de estrafalarios uniformes y aceite de pororó y vinagre y puajj , pero luego lo extrañaré.
Y no será idealizar lo que ya pasó , no será exagerar las cosas para creerse uno que fue mejor de lo que fue. Habrá cosas un poco feas, un poco que hagan mal. Pero serán esas cosas las cosas piolas al final , las cosas que me harán crecer un poquito como ser independiente. Lo que más dolerá , va a ser esa nostalgia, esa impotencia de saber que aunque luego de volver podré viajar otra vez y mil veces pero que nunca será lo mismo. Ni aunque toda esta gente que todavía no conozco se pusiera de acuerdo para viajar todos nuevamente al mismo lugar , al mismo tiempo , no será lo mismo. Eso quizá va a ser lo que más me va apretujar el alma cuando pasado un año del viaje que recién está empezando, me dé cuenta que no va a volver a suceder. Es triste. Pero también es lindo , y es lindo pensar que a un año de este viaje que recién se encuentra en Atlanta yo podré sentarme a escribir algo para aliviar mi alma estrujada por la melancolía y ese algo que pudiera yo llegar a escribir será leído por el resto de las personas que me acompañan en el avión y cuyas almas estarán tan estrujadas como la mía. Y las abrazo.
Hoy es 29 de noviembre y todo esto que tanto esperé está más cerca que nunca.Más cerca que nunca porque es hoy, es hoy el día en que partiré hacia aquél lugar del norte del cual creo saber lo suficiente pero tan ingenuamente me equivoco. Luego de los interminables papeleos que han ocupado mi vida en los últimos cinco meses parece que simplemente resta subir a ese avión y de ahí, volar. Aunque creo imaginar como será ese volar , ese vivir , ese conocer , vuelvo a estar equivocado. Y no es que las cosas que yo quisiera que pasen no pasarán, es que la magnitud de esta experiencia será tan superior a lo que yo puedo concebir que si alguien me contara ahora como va a ser mi viaje difícilmente se lo creería.
Pero por supuesto que esto yo no lo sé y solo me limito a esperar con ansiedad la llegada de mi pasaporte que se encuentra en manos ajenas e intento ocultar mi corte de pelo casero para ahorrar una eventual reincidencia en tierras verdes, billetes verdes. Junto a mi compañero de aventuras, escudriñamos con recelo a nuestros futuros colegas que poco a poco arriban al aeropuerto con sus respectivos familiares. Nos sentimos foráneos, diferentes. Es que somos del interior y nuestra capacidad adquisitiva dista de las suyas. Los prejuicios serán moneda corriente en nuestros comentarios y a medida que vamos hablando con algunos de estos chicos varios de estos prejuicios se confirman pero otros nos demuestran equivocados. No sabemos que mucha de esta se gente se volverá parte de nuestras vidas en los próximos tres meses. Primero quizá por circunstancias, pero después por elección.
Mientras me entregan una remera roja que ya antes de ponérmela sé que me va a quedar chica, observo que ya la mayoría ha llegado y viste la misma remera que parece aunarnos en una especie de viaje de egresados hacia un Bariloche tropical. Ahora solo nos une un color, pero no pasará mucho tiempo para que todos esos individuos de diferentes lugares y edades formen una comunidad. No una comunidad per se, porque no todos viviremos en armonía y compartiendo y reuniéndonos y ni siquiera en el mismo lugar geográfico. Hablo de una comunidad tan transparente como tangible. Cruzarse y abrazarse y llorar juntos porque se extraña algo o porque falta alguien. Darse una mano con cosas del trabajo. Prestarse comida, dormirse en cualquier sillón , en cualquier casa , porque todas son tu casa.
También sé y pienso-mientras me saco la remera porque sí, me queda chica-que va a ser imposible hacerme amigo de toda esta gente rojiza , ni siquiera podré acordarme de los nombres de todos. Pero sí saludarlos , sí gritar: ¡Argentina!, cuando los veo. Sí desear un Feliz Navidad cuando son las 12 en nuestro país. Aún al pasar un año podré (aunque todavía no lo sé) recordar todas esas caras que formarán parte de mi travesía, y estaré agradecido hasta con aquél que me cruzé en las góndolas de Wal-Mart solo una vez y me recomendó unos chocolates.
Porque serán esas cosas finalmente, las que hilarán el telar de esos recuerdos tan maravillosos que están por ser grabados. No será un Mickey o un Donald lo que me erize el pescuezo al verlos en una juguetería local. No serán las canciones de Disney las que me arranquen un puchero cuando suenen en la televisión mientras mi hermanita disfruta dibujitos. No será un castillo artificial. No será un llavero. No será un peluche fabricado por niños filipinos. Perdón. Sí , serán todas esas cosas las que me van a hacer doler, extrañar,añorar. Pero no por lo que ellas representan por sí mismas. No porque Mickey es re dulce y siempre me gustó , no porque Wishes me cumple los deseos , sino porque todo eso me ayudará a recordar todo lo que viviré. Todo lo que estoy a punto de experimentar y es mucho más fuerte que cualquier montaña rusa.
Solo que sigo sin saberlo, y me despido de mi mamá ahora. Quizá intuyo que se vienen los mejores tres meses de mi corta vida porque me sorprendo a mí mismo esbozando unas lágrimas que al principio intento retener pero que luego dejo salir y es lindo hacerlo. Miro a mi alrededor y veo que no soy el único , quizá todos lo sabemos y nos hace bien.
Me hará bien aprender a extrañar o a no hacerlo, a sentir esa necesidad de estar siempre acompañado, de charlar hasta altas horas, de caminar solo por entre arbustos y extrañas criaturas solo para encontrarme con un sol que traerá un pavo real regodeándose por todo el complejo. Viviré en una casa de árbol que no es casa de árbol y donde el verde estará en la suciedad y en lagartijas intrusas que asustarán a más de uno. No habrá horarios fijos , ni días de descanso. Será un sinfín de estrafalarios uniformes y aceite de pororó y vinagre y puajj , pero luego lo extrañaré.
Y no será idealizar lo que ya pasó , no será exagerar las cosas para creerse uno que fue mejor de lo que fue. Habrá cosas un poco feas, un poco que hagan mal. Pero serán esas cosas las cosas piolas al final , las cosas que me harán crecer un poquito como ser independiente. Lo que más dolerá , va a ser esa nostalgia, esa impotencia de saber que aunque luego de volver podré viajar otra vez y mil veces pero que nunca será lo mismo. Ni aunque toda esta gente que todavía no conozco se pusiera de acuerdo para viajar todos nuevamente al mismo lugar , al mismo tiempo , no será lo mismo. Eso quizá va a ser lo que más me va apretujar el alma cuando pasado un año del viaje que recién está empezando, me dé cuenta que no va a volver a suceder. Es triste. Pero también es lindo , y es lindo pensar que a un año de este viaje que recién se encuentra en Atlanta yo podré sentarme a escribir algo para aliviar mi alma estrujada por la melancolía y ese algo que pudiera yo llegar a escribir será leído por el resto de las personas que me acompañan en el avión y cuyas almas estarán tan estrujadas como la mía. Y las abrazo.